miércoles, 24 de noviembre de 2010

Siglo XXI: ¿Nueva era de la precarización estructural del trabajo? - Por Ricardo Antunes(1)*

En esta presentación, vamos a señalar algunos puntos que ofrecen una lectura de algunos de los dilemas del trabajo en este siglo XXI.

Sabemos que a partir de inicios de los años 70 el capital implementó un proceso de reestructuración a escala global, apuntando tanto a la recuperación de su patrón de acumulación, como buscando recuperar una hegemonía que venía perdiendo, al interior del espacio productivo, desde los estallidos de finales de la década del 60 cuando, particularmente en Europa occidental, se desencadenó un monumental ciclo de huelgas y luchas sociales.

Fue en ese contexto que el capital, a escala global, fue rediseñando nuevas y viejas modalidades de trabajo —el trabajo precario— con el objetivo de recuperar las formas económicas, políticas e ideológicas de la dominación burguesa.

Proliferaron, a partir de entonces, las distintas formas de “empresa ajustada”, “emprendedorismo”, “cooperativismo”, “trabajo voluntario”, etc., dentro de las más diversas formas alternativas de trabajo precarizado. Y los capitales se apropiaron de expresiones que, en cierto modo, habían estado presentes en las luchas sociales de los años 60, como control obrero, participación social, para darles otras configuraciones, muy distintas, de modo de incorporar elementos del discurso obrero, pero bajo una clara concepción burguesa. El ejemplo de las cooperativas tal vez sea el más elocuente, toda vez que, en su origen, las cooperativas eran reales instrumentos de lucha y defensa de los trabajadores contra la precarización del trabajo y el desempleo. Lo que vienen haciendo los capitales a escala global, en cambio, es crear y fomentar cooperativas falsas, como una forma de precarizar aún más los derechos del trabajo, cuando no destruirlos.

Sabemos que las cooperativas originales, creadas autónomamente por los trabajadores, tienen un sentido colectivo, en oposición al despotismo fabril y la planificación gerencial, siendo por ello un real instrumento de minimización de la barbarie, de lucha y acción contra el desempleo estructural, constituyendo también un efectivo embrión de ejercicio autónomo de la producción colectiva de los trabajadores.

En la fase capitalista de las megafusiones, los capitales denominan “cooperativas” a verdaderos emprendimientos patronales para destruir derechos sociales del trabajo. Muy diferentes de las experiencias de cooperativas hechas por el Movimiento Sin Tierra (MST), por ejemplo, que son esfuerzos auténticos de los trabajadores y trabajadoras rurales por procurar su supervivencia y reproducción fuera de los marcos dominantes del capitalismo.

Otro ejemplo fuerte de este proceso de ocultamiento de las nuevas modalidades de explotación del trabajo es el llamado “emprendedorismo”. Luciano Vasapollo caracteriza este proceso de modo claro:

Las nuevas figuras del mercado de trabajo, los nuevos fenómenos del emprendedorismo, se configuran cada vez más como formas ocultas de trabajo asalariado, subordinado, precarizado, inestable, trabajo “autónomo” de última generación, que enmascara la dura realidad de la reducción del ciclo productivo. En verdad, se trata de una nueva marginación social y no de un nuevo empresariado. (Vasapollo, 2006: 10)

El mismo cuadro de precarización se puede presenciar cuando se analizan las diversas modalidades de “flexibilización” del trabajo, que siempre terminan acarreando, de modo a veces solapado, diferentes formas de precarización.

Siguiendo a Vasapollo:

La nueva condición de trabajo está perdiendo cada vez más derechos y garantías sociales. Todo se convierte en precariedad, sin ninguna garantía de continuidad: el trabajador precarizado se encuentra, además, en una frontera incierta entre ocupación y no-ocupación y también en un no menos incierto reconocimiento jurídico frente a las garantías sociales. Flexibilización, desregulación de la relación de trabajo, ausencia de derechos. Aquí la flexibilización no es riqueza. La flexibilización, por parte del contratante más frágil, la fuerza de trabajo, es un factor de riesgo y la ausencia de garantías aumenta esa debilidad. En esa guerra de desgaste, la fuerza de trabajo es dejada completamente a la intemperie, sea en relación al propio trabajo actual, el cual no tiene garantías, sea en relación al futuro, sea en relación a la renta, ya que nadie lo asegura en los momentos de no-ocupación. (Ibídem)

Entre las distintas formas de flexibilización —en verdad, precarización— podemos destacar la salarial, la de horario, la funcional u organizativa, entre otros ejemplos. La flexibilización puede ser entendida como “libertad de empresa” para despedir trabajadores sin penalidades, cuando la producción y las ventas disminuyen; libertad, siempre para la empresa, para reducir el horario de trabajo o para recurrir a más horas de trabajo; posibilidad de pagar salarios reales más bajos que los que exigen los convenios laborales; posibilidad de subdividir la jornada de trabajo en día y semana según las conveniencias de las empresas, cambiando los horarios y las características del trabajo (por turno, por escala, en tiempo parcial, horario flexible, etc.), entre tantas otras formas de precarización de la fuerza de trabajo.

Se impone, pues, una conclusión:

La flexibilización, definitivamente, no es una solución para aumentar los índices de ocupación. Por el contrario, es una imposición a la fuerza de trabajo para que sean aceptados salarios reales más bajos y en peores condiciones. Es en tal contexto que están siendo reforzadas las nuevas ofertas de trabajo, por medio del denominado mercado ilegal, en el cual está siendo difundido el trabajo irregular, precario y sin garantías. Con el postfordismo y la mundialización económico-productiva, el trabajo ilegal está asumiendo dimensiones gigantescas, también porque los países industrializados deslocalizaron sus producciones más allá de los límites nacionales y, sobre todo, han venido invirtiendo en países en los cuales las garantías laborales son mínimas y es alta la especialización del trabajo, consiguiendo, así, costos fundamentalmente más bajos y aumentando la competitividad [...]. La globalización neoliberal y la internacionalización de los procesos productivos son acompañadas por la realidad de cientos y cientos de millones de trabajadores desocupados y precarizados en el mundo entero. El sistema fordista nos había acostumbrado al pleno empleo y de duración indeterminada. Ahora, por el contrario, un gran número de trabajadores tienen un contrato de corta duración o de medio tiempo; los nuevos trabajadores pueden ser alquilados por algunas pocas horas al día, por cinco días por semana o por pocas horas en dos o tres días por semana. (Id.: 28)

Esbozo de una nueva morfología del trabajo

Este conjunto de metamorfosis alteró en cierta medida la forma de ser de la clase trabajadora. ¿Cuáles son, entonces, los contornos más generales, que configuran lo que estamos denominando nueva morfología del trabajo?

Desde luego es preciso indicar que la clase trabajadora comprende la totalidad de los asalariados, hombres y mujeres que viven de la venta de su fuerza de trabajo, la clase-que-vive-del-trabajo y que son desposeídos de los medios de producción. Podemos, entonces, enumerar algunas de las principales tendencias:

1) Desde el inicio de la reestructuración productiva del capital viene produciéndose una reducción del proletariado industrial, fabril, tradicional, manual, estable y especializado, heredero de la era de la industria verticalizada de tipo taylorista y fordista. Este proletariado vinculado a las ramas más tradicionales viene dando lugar a formas más desreguladas de trabajo, reduciendo fuertemente el conjunto de trabajadores estables que se estructuraban a través de empleos formales, herencia de la fase taylorista/fordista.

2) Hay, entretanto, otra tendencia muy significativa y que se caracteriza por el aumento del nuevo proletariado fabril y de servicios, a escala mundial, presente en las diversas modalidades de trabajo precarizado. Son los tercerizados, subcontratados, part-time, entre muchas formas semejantes, que se expanden a escala global. Con la desestructuración creciente del Welfare State en los países del Norte y el aumento de la desregulación del trabajo en los países del Sur, sumados a la ampliación del desempleo estructural, los capitales implementaron alternativas de trabajo crecientemente “informales”, de las que son ejemplo las distintas formas de tercerización. En Brasil, casi el 60% de la población económicamente activa se encuentra en situación próxima a la informalidad.

3) Existe otra tendencia de enorme significado en el mundo del trabajo contemporáneo: se trata del aumento significativo del trabajo femenino en diversos países avanzados y también en América Latina, donde también fue expresivo el proceso de feminización del trabajo. Esta expansión tiene, al mismo tiempo, un movimiento inverso cuando se trata de la temática salarial, donde los niveles de remuneración de las mujeres son en promedio inferiores a los de los trabajadores hombres, ocurriendo lo mismo en relación a los derechos sociales y laborales, que también son desiguales. En Brasil, el salario promedio de las mujeres está en torno a un 60% o 70% del salario de los hombres. (Nogueira, 2004)

4) Es perceptible también, particularmente en las últimas décadas del siglo XX, una significativa expansión de los asalariados medios en el “sector de servicios”, que inicialmente incorporó parcelas significativas de trabajadores expulsados del mundo productivo industrial, como resultado del amplio proceso de reestructuración productiva, de las políticas neoliberales y del escenario de desindustrialización y privatización, pero que también sienten las consecuencias del proceso de reestructuración.

Si, por un lado, inicialmente se dio una fuerte absorción, por el sector de servicios, de aquellos/as que eran despedidos del mundo industrial, es necesario agregar también que las transformaciones organizacionales, tecnológicas y de gestión también afectaron fuertemente el mundo del trabajo en los servicios, que cada vez más se somete a la racionalidad del capital y a la lógica de los mercados. Con la interrelación creciente entre mundo productivo y sector de servicios, vale enfatizar que, a consecuencia de dichas transformaciones, numerosas actividades en este sector, anteriormente consideradas improductivas, se volvieron directamente productivas, subordinadas a la lógica exclusiva de la racionalidad económica y de la valorización del capital. El cyberproletariado o el infoproletariado, o sea, el amplio abanico de trabajadores y trabajadoras que se utilizan en las tecnologías de información o participan de la creación de software es un fuerte ejemplo. En sus segmentos de base se encuentran los trabajadores/as de telemarketing y call center que hoy en Brasil suman aproximadamente un millón y experimentan condiciones de fuerte intensificación y explotación laboral.

5) Otra tendencia presente en el mundo del trabajo es la creciente exclusión de los jóvenes, que alcanzan la edad de ingreso al mercado de trabajo y que, sin perspectiva de empleo, terminan muchas veces engrosando las filas de los trabajos precarios, de los desocupados, sin perspectivas de trabajo, dada la vigencia de la sociedad del desempleo estructural.

6) Paralelamente a la exclusión de los jóvenes viene produciéndose también la exclusión de los trabajadores considerados “viejos” por el capital, con edad próxima a los 40 años y que, una vez excluidos del trabajo, difícilmente consiguen reingresar al mercado de trabajo. Se suman, de este modo, a los contingentes del llamado “trabajo informal”, a los desocupados, a los “trabajadores voluntarios”, etc. El mundo del trabajo actual tiende a rechazar a los trabajadores herederos de la “cultura fordista”, fuertemente especializados, que son substituidos por los trabajadores “polivalentes y multifuncionales” de la era toyotista.

7) Además de la exclusión de los “viejos” y los jóvenes en edad post-escolar, el mundo del trabajo, en las más diversas partes del mundo, ha hecho uso de la inclusión precoz y criminal de niños en el mercado de trabajo, en las más diversas actividades productivas.

8) Como desdoblamiento de estas tendencias arriba apuntadas, viene desarrollándose en el mundo laboral una creciente expansión del trabajo en el llamado "Tercer Sector", asumiendo una forma alternativa de ocupación, a través de empresas de perfil más comunitario, motivadas predominantemente por formas de trabajo voluntario, abarcando un amplio abanico de actividades, donde predominan aquellas de carácter asistencial, sin fines directamente mercantiles o lucrativos y que se desarrollan relativamente al margen del mercado.

La expansión de este segmento es un desdoblamiento directo de la retracción del mercado de trabajo industrial y de servicios, en un cuadro de desempleo estructural. Esta forma de actividad social, movida predominantemente por valores no mercantiles, ha tenido cierta expansión, a través de trabajos realizados al interior de las ONG y otros organismos o asociaciones similares. Se trata, sin embargo, de una alternativa extremadamente limitada para compensar el desempleo estructural, no constituyendo, a nuestro entender, una alternativa efectiva y duradera al mercado de trabajo capitalista. Tal como indicamos anteriormente, además, frecuentemente encubren formas precarizadas de trabajo.

9) Otra tendencia que quisiéramos apuntar es la de la expansión del trabajo a domicilio, permitida por la desconcentración del proceso productivo, por la expansión de pequeñas y medianas unidades productivas. A través de la telemática y de las tecnologías de información (además de la expansión de las formas de flexibilización y precarización del trabajo que estamos indicando), con el avance de la horizontalización del capital productivo, el trabajo productivo doméstico viene mostrando formas de expansión en numerosas partes del mundo. De este modo, el trabajo productivo a domicilio se mezcla con el trabajo reproductivo doméstico, aumentando las formas de explotación del contingente femenino.

Cuando se piensa, por lo tanto, en la clase trabajadora hoy, es preciso reconocer este diseño complejo, heterogéneo y multifacético que caracteriza la nueva conformación de la clase trabajadora: además de las divisiones entre los trabajadores estables y precarios, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, nacionales e inmigrantes, blancos y negros, calificados y no calificados, "incluidos” y “excluidos", tenemos también las estratificaciones y fragmentaciones que se acentúan en función del proceso creciente de internacionalización del capital. Lo que nos obliga a elaborar una concepción ampliada de trabajo, que engloba a la totalidad de los asalariados que viven de la venta de su fuerza de trabajo, no restringiéndonos a los trabajadores manuales directos, sino incluyendo también el enorme abanico que comprende a aquellos que venden su fuerza de trabajo como mercadería a cambio de salario.

En un plano más analítico, podemos añadir que la clase-que-vive-del-trabajo incorpora tanto el núcleo central del proletariado industrial, los trabajadores productivos que participan directamente del proceso de creación de plusvalor y de la valorización del capital que hoy trasciende por mucho las actividades industriales, dada la ampliación de los sectores productivos en los servicios, abarcando incluso a los trabajadores improductivos, que no crean directamente plusvalor, una vez que son utilizados como servicio, sea para uso público, como los servicios públicos, sea para uso capitalista. Eso porque los trabajadores improductivos, creadores de anti-valor en el proceso de trabajo, viven situaciones muy cercanas a aquellas experimentadas por el conjunto de los trabajadores productivos.

Hoy la clase trabajadora también incorpora al proletariado rural, que vende su fuerza de trabajo para el capital, de lo cual son ejemplo los asalariados de las regiones agro-industriales e incorpora también al proletariado precarizado, el proletariado moderno, fabril y de servicios, part time, que se caracteriza por el vínculo de trabajo temporario, por el trabajo precario, en expansión en la totalidad del mundo productivo. Incluye, también, además de los trabajadores materiales, aquellos que ejercen formas de trabajo inmaterial. Y abarca, además, a la totalidad de los trabajadores desocupados. Por eso se trata de una concepción ampliada de clase trabajadora, que incorpora a la totalidad del trabajo colectivo y social que participa de la producción de mercancías —tanto materiales como inmateriales—, sea directa o indirectamente partícipe del proceso de reproducción del capital.

No forman parte de la clase trabajadora moderna, a nuestro entender, los gerentes, por el papel central que ejercen en el control, gestión y sistema de mando del capital, cuya conciencia es dada por el capital. Están excluidos también los pequeños empresarios, la pequeña burguesía urbana y rural que es propietaria y detentora, aun cuando a pequeña escala, de los medios de su producción. Y están excluidos también aquellos que viven de rentas y de la especulación.

El siglo XXI presenta, por lo tanto, un escenario profundamente contradictorio y agudamente crítico: si bien el trabajo es aún central para la creación de valor —reiterando su sentido de perennidad— muestra, a niveles terroríficos, un aspecto de superfluidad, del cual son ejemplos los precarizados, flexibilizados, temporarios, además del enorme ejército de desocupados y desocupadas que se desparraman por el mundo.

Una última nota: al tiempo que estamos experimentando el avance de la llamada era de la mundialización del capital, podemos presenciar también una fase de mundialización de las luchas sociales del trabajo, que incluyen a las masas de desocupados que se amplían a escala global. De este modo, un desafío mayor de la humanidad es dar sentido al trabajo humano, volviendo a nuestra vida también dotada de sentido. Instituir una nueva sociedad dotada de sentido humano y social dentro y fuera del trabajo: este es un desafío vital en nuestros días.

BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA

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NOGUEIRA, Claudia (2006), O trabalho duplicado, Ed. Expressão Popular, São Paulo.

VASAPOLLO, Luciano (2005), O Trabalho atípico e a precariedade, Ed. Expressão Popular, São Paulo.

[1] Profesor de Sociología del Trabajo en la UNICAMP y organizador de Riqueza e miséria do trabalho no Brasil (Boitempo). Es autor, entre otros libros, de ¿Adiós al trabajo? (Herramienta) y Los sentidos del trabajo (Herramienta), además de organizar la Colección Mundo do trabalho (Boitempo) y Trabalho e emancipação (Ed. Expressão Popular). Este texto pertenece, con algunas alteraciones, al libro Infoproletários: degradação real do trabalho virtual (Antunes, Ricardo e Braga, Ruy, co-organizadores, Boitempo, 2009) y fue publicado en otras revistas, en versiones relativamente diferentes.


* TEXTO PUBLICADO EN LA REVISTA PAMPA, #6 - SEPTIEMBRE 2010.

http://www.pampa.org.ar/

lunes, 8 de noviembre de 2010

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